Reseña
Poética de Aristóteles capítulo VI - X
La tragedia se diferencia de la épica en cuanto a la extensión, a su
carácter narrativo y al tipo de metro que utiliza la última. Ya en el
capítulo VI expone su definición de tragedia: la imitación de una
acción elevada y también, por tener magnitud, completa en sí misma, y
con un lenguaje con adornado en cada parte. Por medio de la acción la
tragedia conduce, a través de los sentimientos de miedo y compasión, a la
purificación de las pasiones. Una vez definida la tragedia, Aristóteles
expone las seis partes que la componen desde el punto de vista del
conocimiento: la fábula o trama, los caracteres, la dicción o elocución, el
pensamiento, el espectáculo, y la melodía. La tragedia, en esencia,
consiste en la imitación no de objetos particulares externos, sino de acciones
humanas, de la felicidad y desdicha humanas. No hay felicidad o desdicha humana
si esta no toma un curso de acción; no es posible una tragedia si no hay
acción; el protagonista tiene cualidades, mas es en su acción donde se produce
la felicidad o desdicha. O sea, un drama, para ser de calidad, necesita una
trama y una combinación de incidentes. De entre los elementos más poderosos de
atracción de la tragedia, señala las peripecias y los reconocimientos, ambos
partes de la fábula. Aristóteles está restando importancia al carácter en pos
de la acción. La tragedia es, sobre todo, imitación de la acción. Dicha acción
se expresa por medio de discursos retóricos donde el carácter queda fuera. El
carácter en un drama es lo que revela el propósito moral de los protagonistas,
es decir, la clase de hecho que intentan evitar, donde el caso no es claro; de
aquí que no haya lugar para el carácter en un discurso sobre un tema por
completo indiferente. Esa expresión es el pensamiento, otro de los elementos fundamentales
que componen la tragedia. El cuarto elemento de la tragedia ya lo hemos
abordado: la dicción. Ésta consiste en la expresión del pensamiento en
palabras. Quedan otros dos: la melodía y el espectáculo.
En el
capítulo VII, se centra en las condiciones adecuadas para la construcción de
una fábula o argumento. En síntesis, afirmará que, dado que el drama o tragedia
es la imitación de una acción con sentido, esto es, de un todo, dicha imitación
deberá respetar esa magnitud. Por tanto, una tragedia deberá tener, al menos,
tres partes: inicio, desarrollo y desenlace. A esto añade que, en la cuestión
de la extensión, siempre y cuando mantenga su coherencia, cuánto más grande más
bella. En cualquier caso, también nos dice que la unidad de una fábula no consiste
en contar todo lo que le ocurre al héroe, sino que, más bien, se trata de
narrar todo aquello que, de no estar presente, alteraría la coherencia del todo
(Capítulo VIII).
En el capítulo
IX Aristóteles hace una comparación entre la historia y la poesía. La poesía, a
diferencia de la historia, no trata de decir lo que ha acontecido, sino lo que
podría ocurrir. El poeta debe ser más el autor de sus fábulas o tramas que de
sus versos, dado que lo que hace del poeta un poeta es su dimensión imitativa,
y lo imitado son siempre acciones humanas. En el capítulo X, Aristóteles afirma
que las fábulas son simples o compuestas. Una acción será simple si no incluye
los elementos de la peripecia y el reconocimiento, y compuesta sí los
incluye.
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